Estimado lector
Si eres de los que crees en la
amistad, la felicidad, los recuerdos y las cosas bien hechas, te animo a que
continúes tu lectura y te sugiero que te pongas cómodo, porque hoy voy a tratar
de relatar una de las mejores experiencias de mi vida acompañada de muchos
nombres, muchas sensaciones y muchas anécdotas.
Si la azotea no me falla, creo
que fue un sábado de invierno en mil novecientos noventa cuando acompañé por primera vez a mi
hermano Alfonso a uno de sus partidos en el Aravaca Club de Fútbol.
Unos meses antes, mi hermano se
había incorporado a la disciplina del club de la mano de su amigo del colegio Diego
García-Ontiveros. Recuerdo que era un sábado frío, que Aravaca me pareció
estar muy lejos de casa, que fuimos en el Renault 12 blanco que los padres de
Diego tenían por aquel entonces y que todo me llamó mucho la atención.
Llegados al campo, me fijé en el
Cuartel de la Guardia Civil que había delante y en el nombre del estadio:
“Antonio Sanfiz”. Se trataba de un campo de tierra, con un par de banquillos de
piedra, una grada oscura y fría, y un pequeño bar.
Mi mente no alcanza a rememorar
el resultado del encuentro pero no puedo olvidar que aquel día se me
quedaron grabados unos cuantos nombres. El “Richi” era el entrenador. Gritaba mucho y decía muchas palabrotas. “Toñin”
era uno de los centrales que destacaba por encima del resto, con complexión
fuerte y aspecto serio. “Agus” era otro de los centrales y también destacaba
por ser más grande que la media. El “Chino” era un chaval con aspecto
más menudito pero su forma de jugar me demostró que era de los que no tenía
ningún miedo a nada. Y de “Juanmi”, ... recuerdo su flequillo.
Esa mañana sentí algo especial. Durante muchos años había seguido a mi hermano Alfonso en todo lo que
hiciera, por lo que pensé que formar parte de un equipo como ese, quizá sería una buena
opción.
Pasaron los meses y nos plantamos
en el mes de agosto. Comenzaba la pretemporada del equipo infantil y allí me
presenté con mis botas de fútbol diciendo que era el hermano de Alfonso el
de los cadetes.
- ¿Alfonso “el Gacela”?
–preguntaban muchos.
- No. Alfonso Tamayo.
De aquellos primeros
entrenamientos recuerdo que llegué como delantero, que los entrenadores eran Arturo
Gómez y Miguel Fraguas, que había un chaval muy fuerte con los
muslos como robles que se llamaba Andrés Toril Sánchez y que los hijos
de los dos entrenadores también estaban por allí: Arturo Gómez y Javier
Fraguas.
Pasaron los días, conocí a Ramón
Pernas, a Félix Díaz, a David Martín Hernández, a Juanmita, a Juan García-Caro, a Luis Miguel
Martín Mur… y a otros tantos que me acompañarían durante años vistiendo la
elástica arlequinada.
Mi debut oficial fue en
septiembre, en un partido amistoso en casa frente al Periso que vestía de forma
muy similar al Inter de Milán. ¿Sabes quien era su entrenador? Pues nada más y
nada menos que el mismísimo Jorge Valdano!!!
Los comienzos no fueron del todo
fáciles puesto que yo me incorporaba al segundo año de un equipo infantil cuya
estructura ya estaba montada de años anteriores. Pero aun así, tuve mis
oportunidades e hice lo que pude.
Más o menos a mitad de temporada,
los entrenadores lo dejaron (no recuerdo los motivos) y tomó las riendas del
equipo un chaval que estudiaba INEF, que venía de ayudar a Ricardo en el equipo
de cadetes y que respondía al mote de “El pamplonica” aunque su nombre
real era Javi.
Recuerdo que uno de los primeros
entrenamientos, cuando íbamos a echar una pachanguilla, me colocó de lateral
derecho y me dijo que ya no iba a volver a ser delantero… (y tuvo razón).
El pamplonica era un atleta nato,
fuerte, ágil y muy rápido. No se me olvida aquel entrenamiento en el que nos
enseñó lo que era hacer skipping, el día en que le pusimos a prueba para hacer más
de sesenta fondos en un minuto y el día en que Félix se puso de pie sobre sus
rodillas mientras que él estaba sentado en el suelo con las plantas de los pies
juntas en posición de estirar los aductores. En definitiva, era un tío rudo y
divertido que me inculcó aquello de que había que esforzarse en los
entrenamientos para poder estar bien físicamente y poder responder en los
partidos.
El primer año de cadete, ya con
“el Richi” como entrenador y Pedro Bajo como delegado, tuve oportunidad de compartir equipo con muchos los mencionados anteriormente además de Alvaro Bajo Rejas “Moreno”,
Jorge y Fernando Maroto Hernández “los melli”, Ignacio Fernández “Ina”, Javi "el Ninja", Álvaro Iglesias, Guille, Javi Sánchez, Alfonso Rincón García-Loygorri “el
Gacela”, Juancho, Alejandro “el Uñas”, Carlos Martín, Fernando San Hipólito
“Peny” (o como decía el Richi ¡¡¡Piniiiii!!!), y alguno que otro más.
De aquella época no se me
olvidará nunca que chupé mucho banquillo y que cuando tuve oportunidad de jugar
siempre me entregué a fondo para intentar alcanzar la titularidad. Una vez
conseguida durante tres o cuatro encuentros consecutivos, recuerdo que antes de
un partido de frio invierno contra el Spartac de Manoteras y sabiendo que salía
de titular, le dije a Ricardo que no iba a poder estar al cien por cien porque
me dolía un pie, y que sería mejor que sacara de titular a otro compañero. (y eso me supuso volver a perder la titularidad).
La segunda temporada de cadete
comenzó con nuevos cambios. Creo que Ricardo pasó a los juveniles y del cadete
pasó a ocuparse un tipo de veintiocho años, serio, con aspecto formal, que jugaba
de central en el equipo de los mayores. Su nombre era "Juanjo" (Juan José García Rodríguez) y durante
aquella temporada aprendimos a jugar un poquito mejor tácticamente y dejamos de cubrir tanto al hombre para pasar a cubrir "en zona". Incorporé a
mi amigo de toda la vida Sergio Rodriguez Martín “el Lute”, llegaron “los
gemelos” Sebastián y Jorge Carmona y terminé la liga como jugador más regular de la temporada tras la votación de mis compañeros.
Aquel año, además de jugar mi partido de fin de semana, solía ir de manera habitual a ver a los juveniles y por eso conocí un poco más a Javier Sánchez Martín “el labios”, a Guillermo Cadalso “Loquillo”, a Óscar Sánchez Barba “Sanbruno”, a Gonzalo Iglesias, a Luis Iglesias, a José Pablo, a José Alonso y al incombustible, tenaz y siempre luchador Antonio San Hipólito “Hipo”.
Aquel año, además de jugar mi partido de fin de semana, solía ir de manera habitual a ver a los juveniles y por eso conocí un poco más a Javier Sánchez Martín “el labios”, a Guillermo Cadalso “Loquillo”, a Óscar Sánchez Barba “Sanbruno”, a Gonzalo Iglesias, a Luis Iglesias, a José Pablo, a José Alonso y al incombustible, tenaz y siempre luchador Antonio San Hipólito “Hipo”.
Y entonces llegó el agosto del noventa
y tres… Comenzaba la andadura del equipo juvenil. Tuvimos la suerte de mantener
a José Miguel Rodríguez "Josemi" y a Sergio
Criado Conde “El Chino”. Eran un par de veteranos que a pesar de haber nacido
en el año setenta y cinco, mantuvieron la
categoría por haber nacido después del mes de junio. Llegaba un nuevo
entrenador, Antonio González Rojo, con unas ideas nuevas y renovadoras
que no habíamos experimentado en nuestras etapas anteriores.
Recuerdo que le daba mucha
importancia a la táctica, a la basculación de los jugadores en el campo en
función de la ubicación del balón, a las coberturas y a la defensa en zona. Los
primeros entrenamientos los pasamos trabajando la condición física y el aspecto
táctico. Recuerdo como cogíamos una cuerda entre toda la defensa para intentar
formar un solo bloque que variaba su posición según el ataque del contrario y
la ubicación del balón. Nos costó un poquito pero le fuimos pillando el
tranquillo...
Durante mi primer partido con
Antonio, pude jugar de titular en mi banda derecha y lo cierto es que me salió
un partido redondo. Creo que eran las fiestas de Aravaca y nos enfrentábamos en
partido amistoso al C.D Unión de Aravaca. Demostré que corría, que subía, que bajaba, que
luchaba, que sacaba bien de banda y en alguna que otra ocasión hasta regateaba
y centraba de manera más o menos decente. Recuerdo a la perfección que jugamos de amarillo, que marqué
un gol y que después de una buena jugada por la banda y de llegar a la línea de
fondo, le puse un balón inmejorable al Moreno que lo remató de cabeza desde el
borde del área pequeña. (Nota: en este punto, y como nadie lo recordará, mi
mente lo recrea de ésta manera y nadie me va a borrar aquel maravilloso
recuerdo… Salvo que Antonio tenga un cuadernillo con notas y apunte lo
contrario).
Disfrutaba entrenando, corriendo
y jugando con un montón de amigos. Empezamos a entrenar tres días en semana y
recuerdo que tuvimos alguna que otra polémica porque jugábamos poco
“partido” y empleábamos mucho tiempo en realizar ejercicios de posesión de
balón, jugando con porterías pequeñas, a lo ancho del campo. Pero visto con
perspectiva, años más tarde me di cuenta que todo eso era muchísimo más
importante que jugar treinta minutos a campo completo. Tampoco se me olvida que
de vez en cuando discutía con Miguel Fraguas cuando hacía de delegado y me
calentaba la oreja desde el banquillo dándome indicaciones contrarias a las de
Antonio. En una ocasión Antonio y yo nos gritamos bastante durante un partido y
nos enfadamos, pero en el partido siguiente, minutos antes de
enfrentarnos al Sporting de Hortaleza, le pedí disculpas y todo quedó
solucionado.
En la pretemporada del segundo
año de juvenil, incorporados al equipo Abraham, Oliver, Jesús Villa, “los
gemelos”, Pablo Varela, Mata, Mario y Borja “Rivilla”, me lesioné en
el muslo derecho despejando un balón en el campo de El Pardo. Dicha lesión
volvió a aparecer pasados unos meses, por lo que tuve que coincidir en un par
de ocasiones con Marcos “el perro” y con Toñin, durante las
sesiones de rehabilitación y fisioterapia que impartía Juan los lunes
por la tarde-noche.
En aquellos días veía entrenar al
”heavy” Paquito, gambetear al Moreno con José Alonso y
escuchaba los nombres de Parri, Ángel “el taxista”, Fernando “el Gordo”,
Mayo, Óscar, Charly, Félix, Benayas… a las órdenes del "Míster" Juanjo.
Aquella segunda temporada de
juvenil fue muy buena hasta el mes de febrero… Creo recordar que mantuvimos
segundo y tercer puesto codeados con el Barrio del Pilar pero perdimos en su casa y nos vinimos un poco abajo. Habían pasado las
vacaciones de navidad, yo tenía el viaje de fin de curso de COU y después
coincidió una época de exámenes. Las condiciones físicas mermaron y los éxitos
cosechados en la primera vuelta se tornaron en empates y derrotas al alcanzar
la segunda vuelta. Sin grandes aspiraciones, la ilusión fue disminuyendo pero
terminamos levantando el vuelo y gracias a la casuística, y a que aquel año el
Celta y el Sevilla descendieron de primera a segunda división B, se produjeron una serie
de movimientos futbolísticos en todas las categorías y el equipo juvenil
terminó jugando la temporada noventa y cinco, noventa y seis en categoría
preferente.
Conclusión: me despedí de mi
etapa futbolística con pelo, siendo el capitán y habiendo ascendido al equipo de categoría.
Jejejejeje
Pasados
muchos años desde aquel año noventa y cinco, y después de pequeños encuentros
causales y fugaces con muchos de los mencionados en distintos lugares de la geografía española, apareció el FACEBOOK!!!!.
Como ando bien de memoria fui buscando a unos y a otros pero lo cierto es que
si en dos mil doce todavía hay gente sin Facebook, en el dos mil ocho eran
muchos menos los que manejaban la red social por excelencia.
En el
año dos mil nueve creé un grupo que se denominaba Yo jugué en el Aravaca Club
de Fútbol y comenzaron a aparecer adeptos que se inscribíeron, por lo que se me
ocurrió que podíamos intentar organizar una reunión de "Viejas Glorias"
Pasaron
los años y nadie movía un dedo, por lo que durante el mes de julio, después del cumpleaños de Hipólito, decidí tomar cartas en el asunto para organizar el I ENCUENTRO DE VETERANOS DEL ARAVACA C.F y me
propuse mover Roma con Santiago para localizar a todos los que de una u otra
forma vivimos y experimentamos la maravillosa sensación de haber pasado
muchas horas vinculados a este club.
Los comienzos fueron temerosos, no sabía si iba a poder reunir a los jugadores imprescindibles para echar un once contra once, pero a base de dar la brasa, presionar al personal, conseguir teléfonos, emails o simplemente buscarme la vida gracias a las nuevas tecnologías, conseguí que me confirmaran su asistencia más de cuarenta y cinco personas.
Los días previos era todo emoción. Me sentía como el calvo de la lotería de navidad haciendo su trabajo, ofreciendo sonrisas e ilusión y recibía mensajes de muchos compañeros que me trasladaban los mismos sentimientos.
Llegado el día ocho, me presenté en el estadio y al primero que me encontré fue a un muy cambiado Toñin al que no veía hace casi veinte años. Después de abrazarme efusivamente con el Moreno, entramos en el Sanfiz para comprobar que aquella triste tierra había sido sustituida por una maravillosa alfombra verde.
Fueron llegando los compañeros y poco a poco afloraron las sonrisas, los abrazos y la desbordante alegría. Se presentaron casi todos los confirmados y aparecieron algunos más que quisieron sumarse a la fiesta tanto en el campo como en la grada. Estaba el Richi con su hijo Ricardo, estaba José Alonso, estaban los padres e hijos de muchos de nosotros y alguna que otra mujer valiente que se atrevió a aparecer por alli a pesar de que todo lo que iba a tratarse sería FÚTBOL.
Salimos al campo sin la equipación arlequinada pero con otras camisetas que el Club nos cedió amablemente gracias a la gestión de Emiliano. Durante el partido, destacó aquello de "el que tuvo, retuvo" pero se hicieron evidentes las carencias físicas (menos en el caso de Hipólito). El Chato coló un golazo a Sanbruno desde el centro del campo. Luisito hizo unas buenas estiradas ante los constantes ataques del equipo naranja, pero los amarillos se pusieron por delante en un pequeño desajuste de la defensa orange.
Cuando se las prometían muy felices, los naranjas clavaron dos golazos de calidad protagonizados por las botas de Ángel "El taxista". Y así finalizó el encuentro, con un empate que no quisimos alargar con una prórroga absurda para que no se enfriaran demasiado los botes de cerveza que nos estaban esperando en el bar...
Después de la correspondiente sesión de fotos, de la duchita, de las cervezas, de la panceta, del lomo, del chorizo... de más cervezas, de más abrazos y de más fotos, trasladamos la reunión al Bar verde, regentado por Marcos "El perro" que nos recibió con toda la ilusión del mundo. (las cervezas posteriores y las copitas de alguno, quedan en el más estricto de los secretos...)
Y así termina esta pequeña historia, que resume vivencias, alegrías, ilusión y mucho fútbol, con la esperanza de poder instaurarlo como un evento oficial dentro del calendario de todos los que consideren que puede tratarse de una reunión de amigos con buen fútbol y cervezas... ¿Se puede pedir más?
Los comienzos fueron temerosos, no sabía si iba a poder reunir a los jugadores imprescindibles para echar un once contra once, pero a base de dar la brasa, presionar al personal, conseguir teléfonos, emails o simplemente buscarme la vida gracias a las nuevas tecnologías, conseguí que me confirmaran su asistencia más de cuarenta y cinco personas.
Los días previos era todo emoción. Me sentía como el calvo de la lotería de navidad haciendo su trabajo, ofreciendo sonrisas e ilusión y recibía mensajes de muchos compañeros que me trasladaban los mismos sentimientos.
Llegado el día ocho, me presenté en el estadio y al primero que me encontré fue a un muy cambiado Toñin al que no veía hace casi veinte años. Después de abrazarme efusivamente con el Moreno, entramos en el Sanfiz para comprobar que aquella triste tierra había sido sustituida por una maravillosa alfombra verde.
Fueron llegando los compañeros y poco a poco afloraron las sonrisas, los abrazos y la desbordante alegría. Se presentaron casi todos los confirmados y aparecieron algunos más que quisieron sumarse a la fiesta tanto en el campo como en la grada. Estaba el Richi con su hijo Ricardo, estaba José Alonso, estaban los padres e hijos de muchos de nosotros y alguna que otra mujer valiente que se atrevió a aparecer por alli a pesar de que todo lo que iba a tratarse sería FÚTBOL.
Salimos al campo sin la equipación arlequinada pero con otras camisetas que el Club nos cedió amablemente gracias a la gestión de Emiliano. Durante el partido, destacó aquello de "el que tuvo, retuvo" pero se hicieron evidentes las carencias físicas (menos en el caso de Hipólito). El Chato coló un golazo a Sanbruno desde el centro del campo. Luisito hizo unas buenas estiradas ante los constantes ataques del equipo naranja, pero los amarillos se pusieron por delante en un pequeño desajuste de la defensa orange.
Cuando se las prometían muy felices, los naranjas clavaron dos golazos de calidad protagonizados por las botas de Ángel "El taxista". Y así finalizó el encuentro, con un empate que no quisimos alargar con una prórroga absurda para que no se enfriaran demasiado los botes de cerveza que nos estaban esperando en el bar...
Después de la correspondiente sesión de fotos, de la duchita, de las cervezas, de la panceta, del lomo, del chorizo... de más cervezas, de más abrazos y de más fotos, trasladamos la reunión al Bar verde, regentado por Marcos "El perro" que nos recibió con toda la ilusión del mundo. (las cervezas posteriores y las copitas de alguno, quedan en el más estricto de los secretos...)
Y así termina esta pequeña historia, que resume vivencias, alegrías, ilusión y mucho fútbol, con la esperanza de poder instaurarlo como un evento oficial dentro del calendario de todos los que consideren que puede tratarse de una reunión de amigos con buen fútbol y cervezas... ¿Se puede pedir más?