Hoy sitúo mi mirada en octubre del año 95, recorriendo una vez más esa memoria que cada día recoge miles de informaciones que algún día sacaré a un disco duro externo...
Eran los primeros días de clase en aquella Universidad situada en el interior de un centro comercial de Segovia. Todo era nuevo y nada era ni siquiera parecido a cualquier experiencia vivida anteriormente. Hablabas con unos y con otros esperando encontrar el gesto amable y simpático de alguien con quien, a priori, pasarías unos cuantos años compartiendo aulas, apuntes, juergas y risas.
Hacía frio y la sensación de ser “universitario” te hacía sentirte un tanto especial. Era el momento de poder empezar a pensar como un adulto, acompañado de otros seres que probablemente sentían las mismas inquietudes que tú.
Recuerdo que fue un invierno duro y, como buen español recién llegado a la universidad, tuve que refugiarme alguna que otra tarde a jugar al futbolín en aquel bar regentado por Luis (un buen Atlético que disfrutaba dándole al play a aquella cassette grabada con el himno del Atléti).
Allí tuve mi primer contacto con aquel joven de sonrisa permanente, larga melena y cara de cachondo cuyo nombre no conseguí identificar hasta días más tarde:
- ¿Cómo se llamaba el del pelo largo?, le preguntaba a otro compañero.
- AGA
- ¿AGA de Agapito?
- Creo que no…
Días más tarde, durante una conversación de esas que a mí tanto me gustan, se lo pregunté directamente:
¿De dónde viene lo de Aga?
A lo que me respondió de forma sincera: ¡¡De Agatángelo!!
A partir de ese momento y siguiendo con la tónica habitual de lo que me suele pasar cada vez que conozco a alguien nuevo, nos pusimos a hablar un poco de todo y llegamos a la conclusión de que teníamos varios conocidos “del barrio” en común.
Fueron pasando los meses y lo cierto es que en clase coincidimos muy poquito... y una vez que llegamos a septiembre para empezar el nuevo curso, dejé de verle por allí.
Hablamos por teléfono alguna que otra vez, nos veíamos por la calle cuando sacaba a pasear a su perra e incluso años más tarde, nos encontramos por casualidad en un pueblo muy chiquitito de Asturias.
Desde entonces y hasta la llegada del FACEBOOK le había perdido la pista.
Le busqué para saber que había sido de su vida en todos éstos años y conseguí contactar de nuevo con él.
He de confesar que a pesar de no haberme considerado un gran amigo suyo puesto que fueron pocos los momentos que compartimos juntos, siempre le consideré un tipo simpático, majo, agradable y por encima de todo, una buena persona.
Algunas de las anécdotas que compartimos durante aquel primero de carrera, las he utilizado en infinidad de ocasiones como ejemplo al tratar con otras personas, y su nombre tan especial e irrepetible también me ha dado mucho de qué hablar.
Hace unos días hablando de él con un compañero, me metí en su muro para ver cómo le iba la vida y, al comprobar que su cumpleaños sería el próximo 1 de julio, pensé que intentaría localizarle para charlar un ratito. Pero ayer, mientras con un ojo veía la tele y con otro controlaba la blackberry, Facebook me dejó helado y me informó de la desgraciada noticia de su fallecimiento.
Desde este pequeño espacio, sirvan estas palabras como recuerdo de El Hombre con un Gran Nombre: Agatángelo Gil Rovira que tantas veces me hizo reir.
Gracias por los buenos momentos que compartimos juntos!!!
NOTA:
La imagen es propiedad de Celia Francés